UNLIMITED SANTA MUERTE

Es una pieza de videoarte digital presentada por Dream Stuff (el estudio creativo de Bronnimman). Nacido y criado en Costa Rica, con madre mexicana y padre suizo, desde esa mezcla el artista siempre sintió una identidad mexicana latente que necesitaba explorar. Esta obra es su manera de mirar a México con la misma intensidad con la que México lo mira: un territorio de color, diversidad y belleza que convive con dolor, desigualdad e inseguridad.

En ese paisaje emocional aparece la Santa Muerte, una figura que sintetiza contradicciones históricas y afectivas, desde ecos prehispánicos hasta la urgencia contemporánea, y que para muchos se vuelve refugio, promesa y espejo.

Formalmente, el video es un único plano continuo que planea de derecha a izquierda y regresa a su punto de partida, de modo que puede reproducirse en bucle indefinidamente. No hay música, solo diseño sonoro y foley del entorno. La pieza remezcla fotografías y referencias de todo México con un proceso de medios mixtos en el que intervienen más de diez herramientas de inteligencia artificial junto con técnicas no-IA. La cámara en desplazamiento constante funciona como una procesión visual: a su paso, la Santa Muerte se “inscribe” en paisajes, barrios y símbolos, hilando un mapa afectivo que no pretende documentar, sino condensar sensaciones y memorias.

El sentido de la obra está en colocar el símbolo de la Santa Muerte dentro del contraste mexicano, entre lo festivo y lo lúgubre, lo sagrado y lo cotidiano, lo que celebra y lo que duele. El artista no busca dictar respuestas, sino proponer una pregunta: ¿por qué esta devoción florece aquí, en medio de tanto color y tanta herida?

México y la Santa Muerte es, para él, un acto de pertenencia y de escucha. Invita a contemplar sin prisa, a aceptar las tensiones, y a reconocer que nuestra identidad también es un movimiento lateral y continuo, como la propia toma, que nunca se detiene y siempre vuelve para mirar de nuevo.

Uxval Gochez

Pintura: La figura aparece entre capas de pintura espesa, como una presencia que emerge del tiempo y la materia. No hay dramatismo, sino una calma que invita a mirar la muerte sin miedo. La Niña Blanca se muestra como un puente entre vida y ausencia, entre lo visible y lo que permanece oculto. En su superficie conviven la fe, el desgaste y la posibilidad de lo sagrado en lo cotidiano.

Documental: El culto a la Santa Muerte y sus cada vez más notorias manifestaciones han sido causa de escándalo para unos y objeto de estudio para otros. Este extraño fenómeno social no se basa únicamente en la historia de las tradiciones mexicanas, sino que, como muestra este análisis, nos ayuda a explicar y comprender mejor la sociedad mexicana contemporánea.

Victor Gochez

Un espejo de los años de la guerra civil española guarda en su superficie el peso de otras plegarias. Sobre él, una solitaria línea blanca —acrílico mezclado con cocaína—: una herida luminosa, un portal que abre un ritual.

La alquimia que transforma una planta ceremonial andina la convierte en polvo, como ofrenda y conjuro. Este gesto mínimo une el espectro del pasado con la pulsación del presente; el polvo que enlaza la devoción popular con el cuerpo que consume, con el cuerpo que reza.

En el reflejo, cada uno se asoma sin promesa ni perdón: apenas un destello blanco que respira.

Su pulso es una vibración que recoge voces, rumores, plegarias y secretos. Rodeado de orejas, se abre a un exceso de atención: el amor como hipersensibilidad, la emoción convertida en órgano auditivo.

La cerámica, con su brillo casi carnoso, sostiene la paradoja entre lo sagrado y lo grotesco. Un corazón inflamado que sonríe, entre lo devoto y lo inquietante, entre el milagro y la caricatura.

Estefanía Bouchot Jasso reinterpreta el exvoto popular como criatura contemporánea: un símbolo que, más que pedir un milagro, lo encarna. Un corazón que escucha —y tal vez, al hacerlo, empieza a hablar.

En estas piezas, Brunello da gracias en primera persona por los momentos en que la vida lo puso al borde —el mar, la noche, el cuerpo, la pérdida— y en los que, según su fe, la Santísima intercedió para devolverle el camino. Cada exvoto es una oración pintada, un fragmento de memoria y un tributo a las fuerzas invisibles que acompañan a los que andan sin destino fijo.

Otorga su devoción a la Niña Blanca se manifiesta en tonos humildes y sinceros, con esa mezcla de humor, dolor y gratitud que define la fe popular mexicana. No hay solemnidad: hay vida sobrevivida. Hay promesas cumplidas y otras por cumplir: la pintura como acto de agradecimiento, la muerte como compañera de viaje, y el exvoto como forma de narrar lo que no se puede explicar sino creyendo.